miércoles, 4 de diciembre de 2013

Para qué sirve una hermana...

Una hermana sirve para que escuches lo que nadie se atreve a decirte. Para compararte en lo bueno y también en lo malo. Para que ejercites tu paciencia cuando vuelve a desordenarlo todo. Para recordarte cómo fuiste a su edad. Para pedirte pitis. Para echarte en cara cosas tontas y criticarte donde más duele cuando menos te lo esperas. Para animarte un dia triste. Una hermana sirve para enseñarte novedades que no conocías en el ordenador y hacerte sentir vieja. Para vacilarte por Whats app. Para hacer que un plan de hospital sea más llevadero. Para presentarte a los amigos de su novio. Para pedirte dinero. Para dejarte dinero. Para robarte una cerveza. Para que te de pena irte de casa. Para que te regale algo porque te pega todo. Para llamarte pringada y que te lo creas. Para guiñarte un ojo en los eventos familiares embarazosos. Para cantar sin que te de vergüenza. Para hacer bromas de la familia común donde os ha tocado nacer. Para criticar a los novios que tengas y luego acabar queriéndolos más que tú. Para ponerte motes. Para entrenarte para cuando tengas hijos. Para defenderte delante de los demás. Para acusarte delante de los demás. Para tener conversaciones extrañas en la cocina a medianoche. Para que pierdas la vergüenza contando cosas patéticas que te han pasado, hablando de litera a litera. Para sacarte de quicio y volver a sentir esa rabia tipica de hermanas: “Te mataría”. Para conducir con alguien la primera semana de carnét. Para consolarte sin hacer muchas preguntas sobre lo que ha pasado. Para que te reafirmes en tu idea de que Pablo Alborán es una pesadilla. Para que ejercites tu creatividad ideando mil formas de derribar una puerta cuando se cuela en el baño con este susodicho a todo volumen. Para darte cuenta de que la vida no hubiera sido igual de divertida si no hubiera nacido. Para todo.

A mi hermana Claudia.

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