Durante años he sido ejemplo de felicidad, de
positivismo, de pureza de un alma que, encerrada, lucha constantemente en una
batalla por mantenerse en ese estado.
Sin embargo, la realidad se torna diferente a medida que va
pasando el tiempo. Te das cuenta de que todo a tu alrededor cambia, evoluciona,
y tú sigues estancado en tu propia burbuja, en una especie de mentira que tu mismo has creado para protegerte del mundo.
La gente con la que convivías estaba en el mismo momento
vital que tu, pero ya no lo están. Ellos pasan a un nivel superior y tú sigues ahí,
esperando a un amor que nunca llega, necesitando a gente que ya no te necesita,
e intentando mantenerte en tu posición. Pues de otra forma estarías vacio, sin
metas ni aspiraciones. Pero te vas dando cuenta de que esas metas a las que
aspirabas nunca llegan, que aquello que te hacía feliz ya no lo hace. Necesitas
algo, pero no sabes qué, y vuelves a esa extraña sensación familiar y
complicada previa a la madurez en la que estás perdido. Es como un paso atrás en tu crecimiento personal.
Pero ya has estado ahí, ya conoces todo eso, y llegados a
este punto solo existen dos opciones: hundirte en tu propia miseria
compadeciéndote de ti mismo, o cambiar tus metas y replantearte toda tu forma
de vida.
La elección es fácil.
Llevarla a cabo...ya veremos que tal.